lunes, 8 de octubre de 2007

Pensando más allá de la muerte

La muerte persigue al hombre. A través de los tiempos poetas, filósofos y otros escritores han tratado de explicar, comprender y sobrellevar la realidad de la muerte.

El famoso escritor Ernest Hemingway estaba obsesionado con la idea de la muerte. Su padre, un intelectual, se había suicidado cuando Ernest era un joven. Como resultado, Hemingway quiso demostrar a la humanidad que no le temía a la vida ni a la muerte. Irónicamente, en un arranque de ira y debilidad humana, a los 61 años cometió suicidio.

La Biblia reconoce que la muerte física es inevitable. En Hebreos 9:27 leemos que "está establecido para los hombres que mueran..." En cierto sentido todos somos enfermos terminales. Todos hemos de morir a menos que Cristo regrese durante nuestra vida.

Alguien dijo con acierto: "Los jóvenes pueden morir, los viejos deben hacerlo." La muerte física es el enemigo más obstinado y acérrimo de la humanidad. Pero no es el adversario más peligroso.

La Biblia distingue entre muerte física (que eventualmente todos debemos enfrentar) y muerte espiritual (que todos experimentamos de manera inicial). En su acepción básica, muerte significa separación de algo o de alguien. Implica soledad.
Como consecuencia de su pecado, el hombre comienza la vida separado de Dios y espiritualmente muerto.

Jean Paul Sartre, el famoso filósofo existencialista, observó con exactitud: "El hombre está solo." A no ser por una relación personal con Dios y un compromiso con El, el hombre está muerto espiritualmente y está muy solo.

La Biblia también menciona la muerte eterna o la "segunda muerte" (Apocalipsis 20:14). Esta muerte es una separación de Dios, pero separación eterna e irreversible. Todo el que rehúse entregar su vida a Jesucristo aquí en la tierra, ha de experimentar esta muerte eterna.

La muerte física no es el final de la existencia del hombre. La cuestión es dónde pasaremos la eternidad usted y yo--en el cielo
o en el infierno. No hay otra alternativa. La realidad de la muerte y el infierno debiera motivarnos como cristianos a compartir el evangelio de Jesucristo con los inconversos.

Aproximadamente 150.000 personas mueren diariamente en el mundo. La mayoría pasa a una eternidad sin Cristo. La historia a menudo ha registrado las últimas palabras de quienes se dan cuenta de que, por haber rechazado a Cristo, no tienen esperanza.

Voltaire, el conocido ateo francés, declaró: "En veinte años no habrá más cristianismo. Una sola mano mía destruirá el edificio que fuera levantado por doce apóstoles." Sin embargo, al enfrentarse con la muerte, exclamó: "Dios y los hombres me han abandonado." El médico de Voltaire expresó su asombro por el tormento espiritual que experimentó su paciente antes de pasar a la eternidad.
En contraste, el gran evangelista Juan Wesley declaró en su lecho de muerte: "Lo mejor de todo es que Dios está conmigo." Murió satisfecho y feliz de estar en la presencia de su Señor.

La muerte no tiene por qué obsesionar a los cristianos. Si hemos entregado nuestra vida a Jesucristo, tenemos un glorioso futuro esperándonos más allá de la muerte.

¿No da alegría y paz a nuestro corazón saber que esto es una realidad, al saber que más allá de la muerte hay un maravilloso porvenir junto a Dios mismo?

Luis Palau

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